Eplacer y yo
El deleite, es lo más bello e intenso que existe, nos da savia. Desde chiquilla ha sido mi vicio, el impulso que mueve mi vida. No consigo sentirme realizada sin provocar, sin sentirme apetecida, venero que me miren, me ansíen que apetezcan mi organismo, soy esclava de perseguir incansablemente esa necesidad de libídine. Deseo todos los machos, frescos, veteranos, regordetes, delgados, grotescos, agraciados, los vislumbro desesperados por poseerme y cedo a mis glotonerías de ser penetrada, de hacerme propietaria de su cuajada como mi alimento. Soy pasiva me prodigo. Con las hembras soy selectiva me gustan algunas, no todas y habitualmente soy posesiva, pero lo más sublime es la acabada de dos hembras en una lluvia de brebajes vaginales.
Mi arte mayor, ser una buena hembra y viciosa mamadora. Chupar, lactar, libar, sorber es para mí una necesidad, la conmoción de la pija en la boca me transfiere, el tufillo fuerte del macho, mis narinas calan el aroma, el hedor del macho mezclado con mi fragancia y el aroma de los jugos de mi sexo. Busco afanosa el deleite de las gotas de caldo seminal que escapan del glande que sobo y succiono, previas a la descarga testicular, toda para mí en mi boca, mis pechos y mí cara. Un premio ácido y dulzón que me gano con devoción y candor. El ritmo del viborear de mi lengua en el glande y el cuerpo cavernoso que ensalivo y beso mientras le miro a sus ojos rogando, pidiendo, gozando. Sentir las venas que se atestan de sangre, el flujo del torrente del líquido seminal que lo sientes se va recolectando y se va a brotar irremediablemente cuando llegues al éxtasis de la eyaculación como un torrente desbocado por mi cuerpo, dios es glorioso, en una cama, en el asiento de un coche, en el baño de un bar, en un callejón sucio y oscuro, en una cita o en un encuentro imprevisto.
Con las mujeres me gusta ser posesiva, cruel, tomar el papel del macho, dilatarlas a niveles que jamás imaginarían sus conchas sus culos… Me gusta sorber y sobrar hacerla sufrir y gozar, la sinfonía de susurros y berridos al hacerlas acabar y lo máximo lograr descargar la leche de sus cuerpos en una lluvia dorada y salvaje. Ensañarme con el clítoris, hacerlo crecer y embravecer como un pequeño pene y amo, me enloquece, que otra hembra o un macho me mamen con pasión, la vaginal el culo, los pechos… Me deshago en eléctricas convulsiones como una drogada en una lujuria tiernizada excelsa en algo parecido por segundos a amor.
Mi placer vaginal es sobre todo de clítoris, juego con mis dedos sobre su terminal, aunque me estén clavando, aunque este abriendo, me recorren espasmos vibrantes por la espina dorsal cuando entro en trance y viene los temblores uno detrás del otro, gimoteo y baladro de embrujo y llego a sucesivos éxtasis.
Pero debo confesarte que mi enloquecimiento es entregar mi culito, sé que es la parte de mi cuerpo que todos adoran, la mas sensible la mas candorosa, ponerme en cuatro sumisa, casi una esclava, separar mis grupas y suplicar por la verga, me hace abrigar como una reina, sentir la coacción de la cabeza en mi esfínter, la dilatación del conducto de mi recto cuando el arpón penetra en mi carne, me enloquezco, primero el agudo dolor que te abre como un cuchillo, enseguida el sufrimiento que deja paso al martirio de la picazón intensa, de carne turgente hinchada y friccionada como boca que mordio ají puta pario y sientes como que levitas y te abres por el universo, o es la verga que te empotra y te parte y en cada embate del verraco que te estaca te elevas mas y mas y en el momento sublime que entre susurros y sollozos el esperma inunda tu canal, placer… eres diosa, o los chillidos de la hembra que partes en dos y sientes tu placer de hembra y de macho y el de ella hembra sometida y gozada. Sublime sensación que te trae de la muerte y te da vida. María Marta
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Mi arte mayor, ser una buena hembra y viciosa mamadora. Chupar, lactar, libar, sorber es para mí una necesidad, la conmoción de la pija en la boca me transfiere, el tufillo fuerte del macho, mis narinas calan el aroma, el hedor del macho mezclado con mi fragancia y el aroma de los jugos de mi sexo. Busco afanosa el deleite de las gotas de caldo seminal que escapan del glande que sobo y succiono, previas a la descarga testicular, toda para mí en mi boca, mis pechos y mí cara. Un premio ácido y dulzón que me gano con devoción y candor. El ritmo del viborear de mi lengua en el glande y el cuerpo cavernoso que ensalivo y beso mientras le miro a sus ojos rogando, pidiendo, gozando. Sentir las venas que se atestan de sangre, el flujo del torrente del líquido seminal que lo sientes se va recolectando y se va a brotar irremediablemente cuando llegues al éxtasis de la eyaculación como un torrente desbocado por mi cuerpo, dios es glorioso, en una cama, en el asiento de un coche, en el baño de un bar, en un callejón sucio y oscuro, en una cita o en un encuentro imprevisto.
Con las mujeres me gusta ser posesiva, cruel, tomar el papel del macho, dilatarlas a niveles que jamás imaginarían sus conchas sus culos… Me gusta sorber y sobrar hacerla sufrir y gozar, la sinfonía de susurros y berridos al hacerlas acabar y lo máximo lograr descargar la leche de sus cuerpos en una lluvia dorada y salvaje. Ensañarme con el clítoris, hacerlo crecer y embravecer como un pequeño pene y amo, me enloquece, que otra hembra o un macho me mamen con pasión, la vaginal el culo, los pechos… Me deshago en eléctricas convulsiones como una drogada en una lujuria tiernizada excelsa en algo parecido por segundos a amor.
Mi placer vaginal es sobre todo de clítoris, juego con mis dedos sobre su terminal, aunque me estén clavando, aunque este abriendo, me recorren espasmos vibrantes por la espina dorsal cuando entro en trance y viene los temblores uno detrás del otro, gimoteo y baladro de embrujo y llego a sucesivos éxtasis.
Pero debo confesarte que mi enloquecimiento es entregar mi culito, sé que es la parte de mi cuerpo que todos adoran, la mas sensible la mas candorosa, ponerme en cuatro sumisa, casi una esclava, separar mis grupas y suplicar por la verga, me hace abrigar como una reina, sentir la coacción de la cabeza en mi esfínter, la dilatación del conducto de mi recto cuando el arpón penetra en mi carne, me enloquezco, primero el agudo dolor que te abre como un cuchillo, enseguida el sufrimiento que deja paso al martirio de la picazón intensa, de carne turgente hinchada y friccionada como boca que mordio ají puta pario y sientes como que levitas y te abres por el universo, o es la verga que te empotra y te parte y en cada embate del verraco que te estaca te elevas mas y mas y en el momento sublime que entre susurros y sollozos el esperma inunda tu canal, placer… eres diosa, o los chillidos de la hembra que partes en dos y sientes tu placer de hembra y de macho y el de ella hembra sometida y gozada. Sublime sensación que te trae de la muerte y te da vida. María Marta
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5 years ago